Mantener seguras las operaciones de una empresa requiere algo más que implementar una sola precaución, ya que los estafadores son cada vez más frecuentes. Para minimizar los riesgos y permitir la aplicación de planes de respaldo en caso de que se descubra una vulnerabilidad que pueda poner en peligro nuestros datos, ahora es preferible emplear muchas salvaguardas de ciberseguridad a la vez.
En función de su función para frustrar los ciberataques, se han establecido cuatro categorías de controles de ciberseguridad: controles de gestión, físicos, tecnológicos y operativos.
Controles de gestión
Esta categoría contiene todas las políticas que la empresa ha puesto en marcha para reducir las amenazas a la ciberseguridad. Entre ellas se encuentran los procedimientos establecidos para gestionar la información, los canales por los que se transmite, las directrices que rigen el acceso y las limitaciones impuestas a determinados documentos, etc.
Controles físicos
Los controles físicos para la ciberseguridad son las herramientas, bloqueos, disuasores o barreras que mantienen los datos protegidos de los piratas informáticos, al igual que en otros ámbitos. Estos controles pueden incluir, entre otros métodos tradicionales, alarmas, cámaras de seguridad y cerraduras para restringir el acceso a los equipos.
Controles técnicos
Los controles técnicos, por su parte, están formados por una serie de protocolos de software que impiden el acceso ilegal a los datos. Las medidas tecnológicas más utilizadas son los cortafuegos, la autenticación en varios pasos, el cifrado de datos y el software antivirus.
Controles para las operaciones
Por último, las medidas destinadas a aumentar los conocimientos de los empleados y educarlos en la correcta gestión de la información se conocen como controles operativos. Los controles operativos forman a los empleados para que sigan adecuadamente las políticas de ciberseguridad establecidas por los controles de gestión.